sábado, 1 de mayo de 2010

LA NOVELA; DECIMA SEGUNDA PARTE:


La pasarela.
De su recuperación no quiero hablar. Fue muy dura y recrearse en detalles escabrosos no aporta nada a esta historia. Prefiero hacerlo sobre cuando le dieron el alta, se empeñó que le llevase al lugar donde construirían su proyecto porque quería explicarme cómo iba a ser.
- Tendríamos que haber ido directamente a casa- le recriminé-. Aún estás muy débil.
- ¡Aquí es!- dijo orgulloso sin mostrar atención a mi consejo-. Éste es el lugar perfecto para la ella, mi pasarela.
- Yo pensaba que construirían un puente- comenté-. ¿No es lo mismo?
- No, es mucho más que un puente. Por mi pasarela no pasaran vehículos, solamente se podrá cruzar a pie, paseando tranquilamente. Andando es como se recorre la vida y andando se atravesará mi obra. Y con ella uniré el barrio antiguo con la parte más moderna y cosmopolita de la ciudad.
- Creo que es una buena idea- afirmé.
- Claro que sí. Verás, la intención es unir lo viejo con lo nuevo. Crear un puente entre la incomprensión de los tiempos pasados y la libertad moral del futuro. Quiero crear una obra que huela a aire fresco, a naturalidad, y que todo el que paseé a pie por ella se sienta suspendido en el aire, con la sensación de que sabe dónde quiere dirigir sus pasos. Pretendo que quien la cruce sienta algo especial y se impregne de espiritualidad, que resulte como andar sobre las aguas.
- ¿Las aguas?- pregunté embobado con su explicación.
- Sí. Colocaré bajo ella una especie de fuente con unos grandes chorros que parezcan que intentan alcanzarla. De esa manera, con el constante sonido del fluir del agua, crearé ese mágico momento que puede resultar flotar por encima del agua.
- Precioso. Verdaderamente apasionante.
- Pero eso no es lo mejor- me dijo con cara de intriga.
- ¡Ah, no! ¿Todavía hay más?
- Sí, lo mejor es su diseño. Lo que me he inspirado para crearlo.
- Bueno, pues…suéltalo ya. No me dejes con la intriga.
- La pasarela está inspirada en nosotros- comentó sonriendo.
- ¿Cómo? No te entiendo- pregunté sin llegar a saber lo que quería decir.
- Sabes que nuestros caminos se separaron por un tiempo y hubo una época en la que no supimos nada el uno del otro. Vivimos unos años de soledad que duraron hasta que por fin nos reencontramos de nuevo. Pues así será mi puente, con dos caminos diferentes, como nuestras vidas; dos itinerarios que se separaran en su comienzo y se volverán a juntar al final. Y en medio, a lo largo de todo su recorrido, el abismo, ese vacío frió y sin sentido, emulando la sensación que sufrí sin ti. Colocaré debajo una alegre fuente de agua, y sujetando toda la enorme estructura habrá treinta y tres tirantes de acero, uno por cada escalón que separaba nuestras casas, nuestras vidas.
- Es bonito, complicado, pero bonito. No sé si la gente entenderá el verdadero sentido de tu obra.
- Te aseguro que cuando alguna pareja de enamorados lo cruce sentirá la imperiosa necesidad de hacerlo cada uno por un lado distinto, recorriendo caminos diferentes, pero eso sí, sin poder dejar de mirarse. Sólo les separará ese vacío tan ingrato que durante tantos años se alojó en nosotros. Ellos, al unísono, lo recorrerán acompañados por el alborotado sonido de los chorros de agua que intentan alcanzarles. Esos jóvenes enamorados creerán ser una pareja de gaviotas que vuelan rasante por encima del mar, por encima de todo y de todos. Y se sentirán libres, especiales. Así, envueltos en ese mágico halo, lo recorrerán hasta llegar al otro extremo, a su nuevo punto de encuentro. Pero allí ya no mandarán ellos sobre sí, no, porque serán sus alterados corazones los que les dictarán como deben de actuar, serán sus manos las que se unan de nuevo, serán sus miradas las que se busquen ansiosas, serán sus labios los que se besen…
>> Así quiero que sea mi pasarela, un puente de amor que acabe en un beso. Pero no un beso cualquiera, si no ese mágico que yo aún sigo buscando. Te aseguro que si alguna vez consigo cruzar ese puente lo encontraré, hallaré el amor eterno. Encontraré mi mágico beso.
Aunque aquel puente aún no estuviese construido lo vi. Con su hermosa explicación me lo mostró en toda su plenitud. En un momento, cuando me describía como quería que fuese su obra, cerré los ojos y lo pude ver. Resultaba precioso, diría que hasta mágico, tal y como él esperaba que fuese. Por un instante me sentí cruzándolo con Ángeles, separando nuestros rumbos, y besándola al final. Y la verdad es que si lo construían como él lo había soñado yo quería ser el primero en atravesarlo, el primero en sentir esa maravillosa sensación de volar, de burlarme del vació. Sin duda, yo quería ser el primero.
Después de aquel corto pero intenso momento regresamos a su apartamento. Al llegar todo estaba limpio e impecable. Ángeles se había encargado de darle una limpieza a fondo y ordenarlo. Y fue entonces cuando Berto me comentó que sentía la imperiosa necesidad de pintar. Su vena artística le pedía expresar todo lo que llevaba acumulado en su interior y quería comprar lienzos y óleos para pintar unos cuadros; ahora disponía de mucho tiempo libre y quería ocuparlo con esa actividad.
- José, necesito que poses para mí- me dijo con cara de guasa.
- ¿Hablas en serio?- pregunté sorprendido-. Sí lo tuyo no es el dibujo artístico.
- Me da igual, necesito pintar. Tengo veintiún días para pintar un cuadro.
- ¿Veintiún días?- pregunté.
- Si, cada veintiún días me toca la quimioterapia y ese es el plazo que me he marcado. Mi primer objetivo es pintar un cuadro en ese tiempo.
- ¿Y por qué me quieres pintar a mí? Hay cosas más bonitas para pintar.
- Más bonito que tú, no. Tú serás mi primer cuadro, mi primera inspiración, pero para ti también tengo un trabajito: en ese espacio de tiempo deberás componer una poesía para mí, una poseía que me leerás el día del tratamiento.
- ¡Una poesía! Pero si yo nunca he escrito, no tengo ni idea de cómo hacerlo.
- Pues deberás intentarlo, piensa que esas palabras que escribirás deberán servir para ayudarme a pasar los cuatro o cinco días malos que dura la “quimio”. Búscate un tema y trabájalo. Mañana empezamos.

En fin, se le metió en la cabeza y no hubo más remedio que hacerlo. Aquellos primeros veintiún días pasaron relativamente rápidos. Solicité trabajar en la oficina a medía jornada. De manera que por las mañanas, mientras yo trabajaba, Ángeles se acercaba a su casa para limpiarle un poco y hacer la comida; entre tanto Berto aprovechaba para entretener a la niña y disfrutar de sus juegos. Luego, por la tarde, no tuve más remedio que hacer de modelo para su misterioso cuadro.
- ¿Me tengo que desnudar entero?-le pregunté
- ¡Claro que sí!-respondió haciéndose el serio-. Por Dios, José, ¿Quieres posar vestido? ¿Te da vergüenza que te vea desnudo?
- No…, lo que pasa es que no lo he hecho nunca.
Al final me desnudé, y tras indicarme cómo debía posar, comenzó a pintar. La verdad es que aquel primer día no abrió la boca durante las dos horas que estuvo pintando. Sus ojos fijaban la vista sobre mí intentando grabar en su retina cada minúsculo centímetro de mi cuerpo para luego plasmarlo sobre el lienzo y estuve tan atento al minucioso trabajo que realizaba que aquellas dos horas pasaron en un abrir y cerrar de ojos.
- ¿Puedo verlo?- le pregunté mientras me vestía.
- ¡No! Imposible. Los cuadros no se contemplan hasta que no están terminados. Además, te recuerdo que debes pagar con una poesía tu derecho a verlo.
Tras aquel primer día hubo muchas más tardes de posado donde conversamos sobre los temas más variados, de política, fútbol, mujeres, y mil cosas más. Recuerdo que precisamente una de ellas me atreví a preguntarle por algo muy personal:
- Berto, ¿crees en Dios?
- ¡Sí! Por supuesto que sí- afirmó-. ¿Por qué me preguntas eso?
- Porque la noche que me comunicaron tu enfermedad dude mucho de su existencia.
- No seas tonto, claro que existe Dios. Gracias a Él estamos aquí.
- Entonces, ¿por qué deja que suframos? ¿Por qué nos manda estas enfermedades?
- Dios no nos manda ninguna enfermedad. Yo creo que simplemente nos regala la vida, y como bien sabes, ésta conlleva también la muerte. A unos les llega antes y a otros después. Yo me imagino que la vida es como un caramelo. Él nos lo regala y nosotros lo consumimos a nuestra manera. Hay gente que lo mastica y se lo traga rápidamente porque tiene mucha prisa en acabar con él; en cambio otros los saborean lentamente, intentando sacar todo su jugo. Supongo que la vida es igual que uno de esos caramelos y cada uno los consume de distinta manera.
- ¿Y el cáncer? – insistí.
- José, debes saber que en todas las cajas de caramelo siempre hay alguno amargo. Ahí ya entra en juego la suerte de cada uno, como en la lotería. Si tienes mala suerte puede que cojas el único amargo.
- Nunca lo había pensado así. Puede que lleves razón.
- En esta vida cada uno tiene su razón. Hay veces que el mismo problema es abordado desde dos puntos de vista distintos.
- No te entiendo, Berto.
- Es muy sencillo. Por ejemplo: yo soy cristiano, pero no católico.
- ¿Y eso por qué?- pregunté.
- Porque creo que existe algo después de la muerte, que hay un ser superior que está por encima del bien y el mal. En cambio, no creo en la iglesia porque ellos tampoco creen en mí. Por ser homosexual ya soy un bicho raro sin derecho a comulgar, sin derecho a recibir a Dios. Me están juzgando sin dejarme opción a defenderme, omitiendo la libertad de a quién debo amar. Me juzgan aquí, en la tierra, cuando el único que debe juzgarnos es el que está allá arriba, en el cielo. Son ellos los que están contradiciendo lo que nos dijo Dios: amaros los unos a los otros. Creo que la iglesia, con su Papa a la cabeza, se ha quedado un poco obsoleta. A veces juego a imaginarme que pensaría de ellos Jesús si regresase de nuevo al mundo. Supongo que no le haría mucha gracia contemplar lo bien que viven los obispos y cardenales, creo que no perdería ni un momento en ir a verles como se dan golpes de pecho. Se marcharía directo al tercer mundo o a donde hubiese gente marginada; y lo haría andando, completamente descalzo y sin utilizar vuelos en primera clase. Incluso creo que lo que menos le importaría es si un hombre se acuesta con otro hombre, sino si es servicial y cariñoso con los demás, si ama a su prójimo.
- ¿Y a pesar de todo eso sigues creyendo en Dios?- insistí.
- Sí, José. Y ni nada ni nadie me hará dudar de su existencia. Si el cáncer no me hace dudar de Dios, mucho menos lo va a conseguir un cura. Dios no está en las iglesias ni en las catedrales, está dentro de cada uno de nosotros. Si mal no recuerdo, cuando íbamos a catequesis nos dijeron una frase que siempre quedó grabada en mi memoria: en cada uno de nosotros hay un templo de Dios. Yo me aferro a eso, y todas las noches rezo pidiendo por todos los que me rodean, pero nunca por mí. Y le doy siempre las gracias porque prefiero padecer el cáncer yo antes que lo sufriesen mis padres, mi hermano o alguien que como tú al que quiero tanto.
- No me convence mucho tu argumento, pero si a ti te hace feliz… Yo, en cuanto a mi fe, estoy hecho un lío. Unos días lo tengo muy claro y en cambio, otros, no sé qué pensar…

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